Hoy me he sentado con la intención de escribir acerca de la revisión semanal pero tras leer un artículo sobre productividad me ha llamado la atención una palabra: hiperproductividad. Y he decidido escribir sobre ello, sobre esa adicción u obsesión con la productividad.
No tengo un contexto específico en el que basarme pero tras toda la experiencia de años (unos quince) interesado en el tema, he podido recopilar ciertas prácticas que caracterizan a una persona hiperproductiva.
Utraproductividad vs Hiperproductividad
En primer lugar debemos diferenciar entre ser ultraproductivo y ser hiperproductivo. Isra García define la ultraproductividad como un método para hacer más, lograr más, trabajar más, vivir con más intensidad, conseguir más y cualquier cosa que desees más, con el mismo o menos esfuerzo, pero con mejores resultados profesionales y personales (García, 2016).
Es decir, ser ultraproductivo significa alcanzar una especie de excelencia en tu trabajo y en tu vida a través de un método que te permita ser más efectivo y eficaz, a la vez que reduces tu estrés y vives e manera más fluida y calmada. Consigues vivir con más foco y con más sensación de desarrollo y de plenitud.
En cambio, la hiperproductividad la podemos entender como ese exceso de todo lo anterior. Demasiado trabajo, demasiada carga mental, demasiada obsesión por hacer más y ser mejor a pesar de todo. En realidad es una adicción al trabajo y a los resultados, una obsesión por alcanzar las metas a cualquier precio. Esa hiperproductividad hace que se necesite estar constantemente buscando e implementando nuevas fórmulas para ser más eficiente, aún antes de haber siquiera experimentado en todo en ámbito de aplicación, las anteriores. Es una búsqueda vacía y en cubierto de aceptación, o incluso podríamos llegar a decir de auto-aceptación. Esa que nunca llegará porque nunca será suficiente.
Esa obsesión tiene como consecuencia lo contrario a lo que se busca cuando se abraza la productividad como estilo vital: el estrés recurrente y ese modo de vida ansioso, rápido y sin foco.
Todos conocemos a esa persona que trabaja hasta tarde, que está todo el día conectado, que hace mucho pero dedicando muchas más horas, que va como pollo sin cabeza, que tiene ese aire de que trabaja mucho y ese aura de estrés constante. Es posible que hasta saque mucho trabajo adelante pero a cambio de hipotecar la salud o la vida social. Incluso puede que la empresa esté orgulloso de él o ella. Esa forma de trabajar es todo lo contrario a la productividad. Alcanzar la excelencia en este campo es sumamente difícil, pero apasionante.
El Método Slow es una publicación para leer tranquilamente. Sin prisa. Todas las semanas tu dosis de productividad y desarrollo personal. Solo valor. Cero ruido.
Aplicar la productividad bien entendida
Quizá estos dos sean los casos más extremos de la productividad. En realidad, si eres capaz de incorporar a tu vida un método con el que todo fluya de manera más o menos adecuada y que te permita rebajar ese nivel de tensión tanto de tus tareas diarias en tu trabajo y en la vida en general, ya estarás ganando. Esa es la finalidad de ser productivo.
Debemos de apartar esa adicción a hacer por hacer. Debemos hacer pero con sentido. Analizar qué es lo que hacemos mal, simplificarlo si se puede e incorporarlo a nuestra rutina. No es fácil, esto requiere un cambio de mentalidad profundo pero merece la pena.
Vamos a poner un ejemplo en concreto.
Pongamos que Pepa llega al trabajo (a toda prisa) y lo primero que hace es encender el ordenador y casi sin pestañear abre el correo y la bandeja de entrada se empieza a llenar. Se pone a trabajar, por supuesto contestando a cada uno de esos ‘emails’ o haciendo lo que le piden. Uno tras otro. Cuando acaba se da cuenta de que han pasado cinco horas y aún no ha hecho nada de lo que quería hacer hoy. Además tiene diez o doce ‘post-it’ repartidos en la mesa con anotaciones que le cuesta recordad que son. A lo que se da cuenta le llaman por teléfono y tras una larga conversación le piden un informe urgente, no sabe para cuando pero es urgente. Tras esto, decide ir a tomar un café bien cargado de esos que le dan energía. Cuando ya lleva siete horas de trabajo se sienta de nuevo y se dispone a hacer una de las tareas que tiene que hacer. Ahora llega el problema ¿Qué hago? ¿Por dónde sigo? ¿Qué es mas importante? ¿Se me olvidará algo? Cuando ya ha encontrado la información que necesita para ponerse a trabajar, sólo le quedan quince minutos para tener que irse a casa y le siguen llegando correos a lo que, tras atenderlos, llega la hora de irse a casa. Ha pasado la jornada y no ha avanzado ninguna tarea que tenía planificada.
Este puede ser un caso bastante frecuente. Lo he simplificado pero creo que me acerco bastante a la realidad.
Podemos analizar este caso y sacar muchas conclusiones pero lo más importante es que podemos mejorar esa forma de trabajar y sobre todo de afrontar el día a día. ¿Qué has detectado? ¿Qué hábitos cambiarías? ¿Podemos mejorar ese día de trabajo? ¿Podemos hacer que Pepa está más calmada, centrada y sea más eficiente?
Me gustaría que me dejaras tus comentarios al respecto .
Mi experiencia
No he llegado al extremo de ser hiperproductivo. Hubo una época que tenía esa especie de obsesión de implementar cuantos más métodos posible para ser más eficiente y que todas mis tareas estuviesen bajo control. Acabé dándome cuenta de que eso no es posible, no se puede controlar todo. Es más, no controlamos casi nada de lo que pasa a nuestro alrededor1. Por eso me centré en lo que yo podía controlar pero haciéndolo de la manera lo más simple posible; lo que me iba a proporcionar esa calma para poder avanzar más y mejor en mis tareas y en mi vida.
Lo más dificil y a la vez lo más potente fue el cambio de mentalidad. El cambiar de esa vorágine mental y sin sentido que no hacía mas que impedirme avanzar en mis tareas, y que hacía que mi estrés se incrementara a niveles peligrosos, a un estado de control casi total de mi mundo. Fue un proceso paulatino y de mucho aprendizaje. El encontrarme con principios y técnicas de productividad, y aplicarlas, junto con ese cambio mental, hizo que todo cambiase. Pasé de ir como pollo sin cabeza a reducir mi velocidad y ,sorprendentemente, empecé a ser capaz de asumir más tareas con un nivel de efectividad que había sido imposible años atrás. Sólo con parar, reflexionar, ordenar, procesar y tener una lista de todo lo que tenía que hacer cambió todo.
Una simple libreta con una lista de proyectos y una lista de tareas en la que confíes puede cambiar como afrontas tu día a día. Esto, junto con aceptar que no vas a poder hacer todo lo que tienes que hacer, centrarte en lo importante y quizá lo más importante si cabe:
Nada es tan importante como para que te estreses por ello.
Podría estar escribiendo sobre mi experiencia eternamente porque ha sido amplia en este sentido por eso, si te quedas por aquí te iré desgranando todo mi aprendizaje para que tu puedas ponerlo en práctica porque la práctica hace al maestro.
Empieza simple
Si te encuentras en un callejón sin salida, tienes tanto que hacer y no sabes por dónde empezar, haz esto:
Ordena tu espacio. Esto es fundamental.
Coge una libreta en blanco.
En la última hoja anota una lista de todos los proyectos o áreas de responsabilidad que tienes ahora mismo entre manos.
Ahora en la primera hoja anota una tarea, la próxima tarea que tienes que hacer para cada uno de esos proyectos.
Elige tres de ellas, o una si te va a llevar todo el día.
Cierra el correo. Apaga el móvil.
Ponte a trabajar en una de esas tareas.
Tacha la tarea cuando acabes.
Repite.
Más adelante podrás incorporar nuevas técnicas y hábitos.
Empieza a crear hoy mismo tu sistema de productividad.
Un abrazo.
Carlos
REFLEXIONAR
«No es el número de horas que pones en tu trabajo lo que cuenta, es el trabajo que pones en las horas».
– Sam Ewing.
PROFUNDIZAR
García, Isra (2016), Ultraproductividad. Alienta.
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MICROHÁBITO DE LA SEMANA
Esta semana céntrate en tu cuerpo. Estírate cada mañana al levantarte: cuello, espalda, brazos, piernas. Auto-masajea las zonas mas tensas y mantén posturas cómodas. Levántate de la silla mas a menudo o muévete más.
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Pequeños conceptos pero muy valiosos.
Además, he seleccionado cuidadosamente los recursos que te propondré al final de cada publicación teniendo en cuenta la calidad y el grado de valor. No me gusta perder el tiempo con cosas que no aportan nada. Cero ruido. Menos es más.
Esta es una de las enseñanzas principales del estoicismo. Filosofía en la que te recomiendo que profundices. Si no quieres empezar por los textos más clásicos como son Marco Aurelio o Séneca. Puedes leer el libro Cómo ser un estoico de Maximo Pigliucci que es una buena aproximación con un lenguaje entendible y con ejemplos aplicables a la vida real.