Hace unos cuantos años, vivía en un piso compartido con mis hermanos. Era un piso grande, con tres habitaciones. Estaba en una buena zona: cerca del centro y de la mayoría de los servicios que necesitábamos. Estaba bastante viejo y desarreglado. En algunas de las paredes había agujeros. La cocina era muy pequeña; no se había renovado en años. El cuarto de baño era lo peor. Estaba viejo y descuidado. Hacía un frío que pelaba, y cada vez que nos íbamos a duchar era como ir de expedición al Polo Norte. La estufa no faltaba. La hora de la ducha era criminal. Un pequeño hilo de agua caía, triste y desangelado, cada vez que abríamos el grifo de los años 70. La experiencia era de todo menos placentera. La ducha se había convertido en una experiencia incómoda.
En esa época, tuve que ir a Madrid una semana a hacer unas prácticas de la universidad. Nada más llegar al hotel, me di una ducha con agua caliente, en un baño nuevo y bonito. Mientras me duchaba, me recreaba en el agua caliente y esa sensación tan placentera. Una experiencia totalmente opuesta a la que sentía en mi casa. Era el mismo acto, pero con condiciones absolutamente diferentes. Por primera vez, aprecié el valor de lo cómodo en mi propia carne. Antes no hubiese reparado en esa sensación, pero después de tanto tiempo duchándome en ese baño tan inhóspito, era inevitable. Me sentó de maravilla.
Un simple acto como ducharse nos puede hacer darnos cuenta de que una vida de absoluta comodidad nos lleva a vivir fuera de la realidad. Vivir con las comodidades a diario nos aleja de poder apreciar las bondades de la vida. Solo abrazando la incomodidad como parte de ella podremos llegar a desarrollarnos a un nivel fuera de lo normal.
Nos hemos acostumbrado a tener lavadora, a tener toda la música al alcance de la mano, a disponer de toda la información en unos segundos; eso nos hace menos capaces de reaccionar y buscarnos la vida para conseguir algo. Necesito esto, lo tengo; ya, casi sin hacer nada. No quiero irme a la era de las cavernas, cuando había que ir a cazar para comer, porque no tendría sentido, pero quizá debería ponerlo como punto de partida para evaluar el grado de facilidad con el que vivimos hoy en día.
El mundo moderno está diseñado para obtener el máximo confort. De esta manera, el consumismo desmedido aumenta, ya que es mucho más difícil pensar con claridad cuando vivimos en modo fácil.
Cuando estamos cómodos, nos aletargamos; salimos de la alerta. Con la incomodidad, aprendemos a vencer situaciones en las que no estamos a gusto. Es un entrenamiento mental para la vida. Porque en la vida vamos a estar incómodos en muchas situaciones. Si desarrollas esa capacidad de ser feliz en la incomodidad, sobrellevarás las vicisitudes y vaivenes de la vida con más entereza y obtendrás unos recursos que te diferenciarán de la mayoría de las personas.
Vivir constantemente en la incomodidad no nos deja crecer; en cambio, estar en ese punto en el que esa incomodidad no es lo suficientemente debilitadora nos enseña a superarnos y no nos deja caer en esa tontuna de una vida sin dificultades. Cuanto más esfuerzo pones, más valor extraes. La incomodidad te hace más fuerte.
Una gran parte de la infelicidad general se crea por la búsqueda de la comodidad a toda costa y por no ser capaces de soportar ni un mínimo de resistencia y de fragilidad. No soportar ningún grado de sufrimiento puede llevar a una profunda frustración. Una de las mejores cosas que puedes hacer por ti a partir de hoy es trabajar en fortalecer el músculo de la incomodidad, del sufrimiento.
Una de las muchas cosas buenas que me ha proporcionado correr es que he desarrollado esa capacidad de sufrir para lograr un fin: un sufrimiento controlado y retador que me ha hecho aprender a no rechazar ese dolor físico, sino a abrazarlo cuando llega y a darle un sentido. De la misma manera, se ha de aprender —si quieres llegar a tu máximo rendimiento personal— a coger cada parte retadora e incómoda de tu vida y, en vez de rechazarla, tomar lo que vale e incorporarlo a tu conocimiento interior para luego utilizarlo en tu propio beneficio en el futuro.
Esto no es algo nuevo; ya los estoicos, hace 2000 años, practicaban el ayuno, las duchas frías o dormían en el suelo como acercamiento a esa incomodidad.
No hablo de eliminar la comodidad por sistema, hablo de ser consciente de las grandes ventajas e inconvenientes de esta vida tan cómoda a la que tenemos acceso hoy en día y de huir de la búsqueda patológica de la comodidad como refugio. Porque, en realidad, de lo que huyes es de ti mismo y de las sensaciones desagradables, que son las que precisamente debemos acariciar para saber que existen y que no son malas per se.
Por eso creo firmemente que las personas que han vivido algún tipo de dificultad y la han superado han tenido un aprendizaje infinitamente superior al de alguien que ha tenido una vida fácil. Y no quiero decir con esto que sea lo ideal; es solo un hecho.
A partir de ahora, cada vez que te encuentres con algo que incomoda, antes de gruñir, piensa en cómo esto te va a hacer apreciar el resto de comodidades que tienes.
En la incomodidad está la virtud.
Un abrazo,
Carlos.
REFLEXIONAR
«No nos atrevemos a muchas cosas porque son difíciles, pero son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas».
— Séneca.
POR SI TE LO PERDISTE
Ya lo tengo todo
Estaba el otro día fantaseando en la terraza, en esa que tengo arriba en la buhardilla. Una terraza con vistas a los Monegros, al Castillo, y a la Ermita. En esa que da el solecito por la mañana y que ahora en primavera es una maravilla. Estaba, como digo, pensando en mis cosas (más bien no pensando mucho) y de repente me di cuenta de que no necesitaba …
MICRO-HÁBITO DE LA SEMANA
Haz algo incómodo cada día durante esta semana. Escríbeme contándome las sensaciones y cómo has superado la incomodidad.
PARA ESCUCHAR
Esta semana no te voy a recomendar ninguna canción. Te voy a sugerir que salgas al aire libre, en un lugar alejado de la ciudad y te recrees con los sonidos que lleguen. Los pájaros, el viento, la lluvia…
Y si quieres leer las ediciones anteriores puedes hacerlo descargándote la app aquí.
El Metodo Slow es una ‘newsletter’ sencilla para leer tranquilamente. Está escrita desde mi cabeza y mi corazón para aportar valor a tu vida. Son pequeñas píldoras semanales sobre todo lo que he aprendido y lo que he sigo aprendiendo para lograr una vida mejor. Un complemento a lo que escribo en el blog para que lo consumas con calma. Quiero que te aporte valor. Pequeños conceptos pero muy valiosos. Además, he seleccionado cuidadosamente los recursos que te propondré teniendo en cuenta la calidad y el grado de valor. No me gusta perder el tiempo con cosas que no aportan nada.
Cero ruido.
Menos es más.
Sabiduría en tu artículo. Lo que describes es hormesis en acción. La fisiología muestra que micro-dosis de incomodidad (frío, restricción calórica, HIIT y otras formas de estrés inducido) disparan los circuitos de reparación celular y elevan la tolerancia al estrés que no controlamos, mejora el ánimo y la plasticidad cerebral.
La clave no es idolatrar el sufrimiento, sino dosificarlo: suficiente para endurecer, nunca para quebrar. Cada ducha helada (mejor en invierno pero UFF) es un “impuesto preventivo” que uno paga para que la vida no nos cobre intereses mañana.
Creo que cuando todo es cómodo se nos escapa lo esencial, que crecer duele, pero anestesiarse duele más a la larga. La incomodidad no es el enemigo, es el umbral donde se afila el criterio, la resistencia y hasta el sentido de lo que hacemos.